domingo, 30 de agosto de 2009

En el programa de radio de Jeff Sykes tuve oportunidad de conocer a un Donald Shimoda para mí desconocido. El programa empezó a las nueve de la noche y se prolongó hasta las doce. Se difundía desde un estudio no mayor que el taller de un relojero, cuyas paredes estaban cubiertas de mandos, sintonizadores e hileras de anuncios comerciales grabados en cinta magnetofónica.
Sykes preguntó en primer término si no era hasta cierto punto ilegal volar por el país en un avión antiguo, recogiendo pasajeros.
La respuesta debería haber sido negativa. No había nada de ilegal en eso, y los aviones eran inspeccionados tan escrupulosamente como cualquier reactor de transporte. Eran más seguros y resistentes que la mayoría de los aviones modernos de metal laminado, y lo único que hacía falta era la matrícula y la autorización del dueño del campo. Pero Shimoda no dijo nada de eso.

- Nadie puede prohibirnos que hagamos lo que queremos hacer, Jeff - respondió.

Lo cual era muy cierto, pero implicaba una falta de tacto, siendo así que hablaba al público de la radio, ansioso por saber que significaba esa historia de los aviones que andaban por todas partes. Apenas un minuto después empezó a parpadear la lucecita del teléfono instalado en la mesa de Sykes, que comunicaba con la centralita.

- Tenemos una llamada en la línea uno - anuncio Sykes -. Sí, señora.
- ¿Estoy en antena?
- Sí, señora, está en antena y nuestro invitado es el señor Donald Shimoda, piloto. Adelante, está en antena.
- Bien, me gustaría decirle a ese individuo que no todos pueden hacer lo que quieren y que algunas personas deben trabajar para ganarse la vida y tienen la responsabilidad suficiente para no andar haciendo payasadas por las alturas.

- Las personas que trabajan para ganarse la vida hacen lo que más les place - respondió Shimoda -. Lo mismo que las que se ganan la vida jugando…
- Las escrituras dicen que ganarás el pan con el sudor de tu frente y lo comerás con dolor.
- También somos libres de proceder así, si lo deseamos.
- "¡Haz lo que quieras !" Estoy harta de que personas como usted repitan "¡haz lo que quieras, haz lo que quieras !" Si permitimos que todos se desboquen, destruirán el mundo. Ya lo están destruyendo. ¡Fíjese en lo que está ocurriendo con las plantas, con los ríos y con los océanos !

Le dio cincuenta pretextos distintos para contestar y él los ignoró todos.

- No importa que se destruya el mundo - dijo -. Tenemos otros mil millones de mundos para crear y elegir. Mientras la gente anhele planetas, tendrá planetas donde vivir.

No era el argumento ideal para apaciguar a su interlocutora y miré atónito a Shimoda. Este sustentaba su punto de vista particular, que abarcaba la perspectiva de incontables ciclos vitales y de los conocimientos que solo un maestro puede recordar. Naturalmente, su interlocutora suponía que la discusión giraba en torno a la realidad de este único mundo, donde el nacimiento es el comienzo y la muerte es el fin. El lo sabía… ¿por qué entonces no lo tomaba en consideración?

- Todo anda a las mil maravillas, ¿no es cierto? - exclamó la polemista por teléfono -. En este mundo no existe la maldad, el pecado no prospera alrededor de nosotros. Eso es lo que inquieta, ¿verdad?

- No hay ningún motivo para que nos afanemos por eso, señora. Vemos sólo una partícula del todo que es la vida, y esa única partícula es falsa. Todo se equilibra, y nadie sufre y nadie muere sin su consentimiento. Nadie hace lo que no quiere hacer. No existen ni el bien ni el mal, fuera de lo que nos hace felices y de lo que nos hace desdichados.

Nada de eso contribuía a calmar a la dama. Pero ella cambió bruscamente de tono y se limitó a preguntar:

- ¿Cómo sabe todo eso? ¿Cómo sabe que lo que dice es cierto?

- No sé que es cierto - respondió Shimoda -. Lo creo simplemente porque me complace creerlo.

Entrecerré los ojos. Podría haber dicho que lo había ensayado y daba resultado: las curaciones, los milagros, la vida práctica que convertía sus ideas en hechos ciertos y viables. Pero no lo dijo. ¿Por qué? Existía una razón. Yo conservaba los ojos entreabiertos y veía casi todo el estudio como una mancha gris , con la imagen borrosa de Shimoda inclinada para hablar por el micrófono. Enunciaba todos estos conceptos directamente, sin dar alternativas, ni hacer ningún esfuerzo para que sus pobres oyentes lo entendieran.

- Quienes han sobresalido, quienes han sido felices, quienes han dejado una herencia útil al mundo, han sido en su totalidad almas divinamente egoístas, que vivían pensando en su propio provecho. Sin excepción.

Luego llamó un hombre, cuando ya estaba más avanzada la noche.

- ¡ Egoísta ! ¿Sabe quién es el anticristo?

Shimoda sonrió fugazmente y se acomodó en la silla, como si conociese personalmente a su interlocutor.

- Tal vez me lo pueda explicar usted.

- Cristo dijo que debemos vivir para nuestro prójimo. El anticristo dice que seamos egoístas, que vivamos para nosotros mismos y que dejemos que el prójimo se vaya al infierno.

- O al cielo, o a donde tenga ganas de ir.

- Es usted una persona peligrosa, ¿sabe? ¿Qué sucedería si todos le escucharan e hicieran lo que se les antojase? ¿Qué cree que ocurriría en ese caso?

- Pienso que nuestro planeta probablemente sería el más venturoso de esta región de la galaxia - contestó.

- Presiento que no me gustaría que mis hijos escucharan lo que está usted diciendo.

- ¿Qué desean escuchar sus hijos?

- Si todos somos libres de hacer lo que se nos antoja, entonces yo soy libre de ir a esa emisora con mi escopeta y de volarle su estúpida cabeza.

- Desde luego que es libre de hacerlo.

La comunicación se cortó secamente. En algún lugar de la ciudad había cuanto menos un hombre indignado. Los otros, y las muchas mujeres coléricas, seguían llamando. Todos los botones del aparato estaban encendidos y titilando.
No era lógico que las cosas hubieran tomado ese rumbo. Podría haber dicho lo mismo, con otras palabras, sin irritar a nadie. Volvía a invadirme la misma sensación que había experimentado en Troy, cuando la multitud se desbocó y le rodeó. Era hora, evidentemente era hora, de que tomáramos el portante.

El manual no me prestó ninguna ayuda, allí en el estudio.

Para vivir libre y dichosamente,
debes sacrificar el tedio.
No siempre es un sacrificio fácil.

Jeff Sykes les había dicho a todos quiénes éramos, que nuestros aviones estaban posados en el campo de John Thomas, junto a la S-41, y que pasábamos la noche debajo del ala.
Captaba las vibraciones de ira de los interlocutores, temerosos por la moral de sus hijos y por el futuro del modo de vida norteamericano, y nada de eso me hacía feliz. Faltaba media hora para que terminara el programa y las cosas iban de mal en peor.

- ¿Sabe una cosa? Creo que usted es un farsante - dijo el autor de la llamada siguiente.

- Claro que lo soy. Todos somos farsantes en este mundo, todos fingimos ser algo que no somos. No somos organismos que nos movemos de un lado a otro, no somos átomos y moléculas. Somos ideas inmortales e indestructibles de lo que Es, aunque estemos convencidos de otra cosa…

El habría sido el primero en recordarme que yo era libre de irme, si no megustaba lo que decía, y se habría reído de mi temor de que una turba de linchadores nos estuviera esperando con antorchas junto a los aviones.

6 comentarios:

  1. Tiene buena pinta Toni, ¿de donde lo has sacado?

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  2. Manu, esto es un capítulo del libro Ilusiones (Richard Bach). Es un pequeño gran libro que recomiendo encarecidamente. Si le hechas un vistazo a la sección "libros" de este blog puedes leer otro capítulo entero ;-)

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  3. Bach, este es el de Juan Salvador Gaviota, no?
    Recuerdo que me encantó.
    Pues tiene muy buena pinta Toni.

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  4. Sí manu, este libro es del mismo autor que J.S. Gaviota y digamos que va un poco más allá.

    Me alegra que te guste ;-)

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  5. Me hizo acordar a un libro que terminé de leer anoche. Será porque me gustó, o porqué el post me pareció interesante, o quizás porque realmente tienen un parecido. El libro se llama Siddharta.

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  6. Seba, si el Siddharta que mencionas es el mismo que luego pasó a llamarse Buda, estoy seguro que ambos libros tienen mucho parecido!!

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