domingo, 19 de abril de 2009

Mantenimiento

¿En qué consiste la vida?¿Cuál es nuestra misión en ella?¿Qué hacer para que la misma sea dichosa? Preguntas que sobreviven al paso de los siglos, para las que se han formulado variopintas respuestas.
Hay quien defiende que la clave es aprender lo concerniente a este mundo, hay quien puntualiza señalando a las cuestiones metafísicas como llave maestra, hay quien sigue la senda del becerro de oro, los hay que asimilan las directrices de alguna religión, incluso los hay que afirman que no existe misión que cumplir ni camino que recorrer.
Quizás alguno de todos esté en lo cierto, quizás ninguno, pero es un tema amplio y complejo que merecería un estudio más exhaustivo. El motivo de enunciarlos es señalar que todos, absolutamente todos esos caminos u opciones tan dispares entre si comparten un elemento necesario para llegar al objetivo propuesto: el mantenimiento.

Si de algo trata principalmente la vida es de un continuo mantenimiento, ¿o acaso existe algo en este mundo capaz de funcionar sin él?
Desde lo perteneciente a lo abstracto (como la amistad) a lo más material (como bien podría ser un automóvil) necesitan un mantenimiento constante, y los resultados obtenidos serán directamente proporcionales a la calidad de éste.

En realidad, la mayor parte de nuestra vida la dedicamos a las tareas de mantenimiento, y pobre de aquel que no dedique su tiempo a tan noble e importante menester, pues no conocerá la amistad real, la casa se le caerá a pedazos, el coche lo dejará tirado en el momento más inoportuno y su vida en general será un cúmulo de despropósitos…

Además, el mantenimiento tiene una gran virtud (entre otras): implica aprendizaje. Las labores de mantenimiento de una amistad conllevan ocuparse del bienestar de otra persona, lo cual fomenta la capacidad de observación, la paciencia, la constancia, y en general sacar al exterior a nuestra “parte buena”.
El correcto mantenimiento del automóvil supone comprender su funcionamiento y (dependiendo de la iniciativa y desparpajo del individuo o de su disponibilidad para pagar facturas) aprender a solucionar los problemas que vayan surgiendo.

En los dos casos expuestos el mantenimiento nos ha reportado:

a) Conocernos mejor a nosotros mismos (nada más ni nada menos) al fomentar virtudes latentes en todo ser humano, las cuales nos pueden ser de gran utilidad en el día a día.

b) Hemos aprendido algo de mecánica, física y química, y si tenemos la iniciativa de trasladar esos conocimientos teóricos a la práctica, podremos practicar reparaciones al vehículo en cuestión.

Pero en ambos casos expuestos hemos obtenido algo más importante que lo relatado hasta ahora; hemos cosechado unas pequeñas dosis de felicidad, pues salvo casos de seres humanos con la sensibilidad equivalente a un trozo de madera (que los hay), tanto el hecho de tener un amigo como el hecho de comprender y cuidar cualquier tipo de máquina, herramienta u objeto que nos presta un servicio x son motivos de sincera alegría.

En fin, que como tantas veces me han dicho y no siempre he escuchado; la vida es, principalmente, mantenimiento.

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