domingo, 26 de abril de 2009

La palmerita de hojaldre

Otra historia real que tuvo lugar hace bastantes años. Pero como resulta que aún tengo el archivo en el PC, pues actualizo el blog con la ley del mínimo esfuerzo :-D

Fui a que me cambiaran el aceite (mejor dicho, el aceite del coche. De momento yo no lo pierdo, aunque nunca se sabe...), escogí como sitio para efectuar tal menester el centro comercial. Así que dejé el automóvil en el Feu Vert y dirigí mis pies y el resto de mi cuerpo al Carrefour, para amenizar la tediosa espera.

Tras mariposear por las distintas secciones del mencionado hipermercado, por supuesto sin comprar nada, me propuse tomar un café y, actuando en consecuencia, fui a parar a la barra de uno de los bares del centro comercial (de todos es sabido que la cabra siempre tira al monte...).
Me senté en un taburete colocado justo enfrente de la caja registradora, y por allí pululaban muy atareadas dos jóvenes camareras. No era la primera vez que visitaba el bar, y en las anteriores ocasiones me había fijado en una de las susodichas, era guapa si, pero tras lo observado en las anteriores visitas había llegado a la conclusión que su belleza era inversamente proporcional a su simpatía. Es un detalle que tampoco importa en exceso según sean las intenciones, pero (y sin que sirva de precedente) en mi ya no suscitaba interés.

A lo que iba. Estando yo allí sentado, disfrutando de ese maravilloso invento denominado "aire acondicionado", vi que la camarera del caso me miraba levantando una ceja, esperando mi respuesta (tampoco habla mucho la chica...), yo le pedí mi cortadito. La señorita me lo sirvió y yo procedí a su degustación. Hasta aquí todo transcurrió con normalidad.
Pero... oh sorpresa!!! En un extraño movimiento se acerca hasta mi estática posición la camarera "guapa-seca", y con un movimiento más extraño aún, dando la espalda al cliente (en este caso yo) deposita ante mi un plato pequeño, desapareciendo rápidamente la joven. Recuperado del susto inicial debido a tan anormal comportamiento, centro la vista en el plato que tengo justo delante del cortadito, y... ¡que ven mis ojos!, compruebo con una mezcla de sorpresa, excitación e incomprensión que el platito dichoso contiene una palmera (hojaldre en forma de corazón), la cual yo no había solicitado.

En ese momento una marea de acelerados pensamientos inundan mi mente y saturan mi neurona, pensamientos del tipo "Coño, que he ligao!!", "Se me ha insinuado", "Ahora le tengo que decir algo...", etc. Pero había que asegurarse, que no tenía ganas de hacer el ridículo, así que aprovechando que se acercó a cobrar a alguien a la caja registradora le pregunté, mientras señalaba con el dedo el platito :

- ¿Y esto?... (si, es lo máximo que llegué a articular...)

La joven, justo en el momento que procedía a responder, se atragantó, y lo que dijo sonaba algo así:

- Es un rrrggghhdddd...

Una vez repuesta de tan incómoda situación, me contestó a la vez que sonreía (parecía algo avergonzada):

- Eso es un regalo.

Yo le contesté que muchas gracias y la chica se largó apresuradamente. Ahora sí que mi cerebrito (no por tamaño, el cual es considerable, el diminutivo es por la capacidad) estaba a punto de explotar. Los pensamientos que ahora se elaboraban eran del tipo : "Joer, mira si se ha puesto nerviosa que se ha atragantado y todo...", "Ahora hay que decirle algo contundente como... yo también quiero regalarte algo, te invito a cenar" "O mejor sin formalidades y le pregunto... ¿en tu casa o en la mía?".

De repente, una imagen hizo pedazos aquella vorágine de pensamientos. Por el rabillo del ojo estaba divisando, encima de la plancha del bar, una montaña de palmeritas exactamente iguales a la que yo estaba comiendo. ¿Por qué tantas?, ¿será que es un regalo de la casa?. Rápida y disimuladamente (bueno, este último detalle no lo aseguro), escruté todas las mesas en busca de pruebas que confirmaran mi sospecha, pero no las encontré...
Necesitaba la confirmación, y la afectada se encontraba recogiendo mesas y realizando labores a una distancia considerable de mi.
Yo había terminado ya el cortadito, la palmerita y el cigarrito, sólo me faltaba pagar. En eso que la chica del caso estaba cerca, recogiendo vasos y utensilios varios de las mesas de detrás de mi, así que aproveché para entablar conversación, y con voz amable le dije:

- ¿Cuánto te debo?. (Si, ante todo originalidad...)

Ella me miró de reojo con cierta cara de indiferencia y se dirigió a la compañera diciendo:

- Mira a ver si le cobras a este chico.

Acto seguido, continuó con sus quehaceres. La cosa parecía estar clara, la palmerita no había sido una insinuación... pero hay que exprimir todas las posibilidades, así que mientras pagaba religiosamente mi consumición, le pregunté a la señorita que me estaba cobrando:

- ¿Entonces esto (señalando el plato) es algo habitual o es que hoy es alguna fiesta y yo no me he enterado?

Después de unos segundos de tenso silencio, que inequívocamente me indicaban que la interlocutora no comprendía de qué diantre le hablaba, alcé la voz y señalando de manera descarada el plato vacío le dije, ya de manera más chabacana:

- Que esto, que es lo que es!!!

Incomprensiblemente para mí, así si que fui comprendido. La respuesta, acompañada de un tono de “joer tío, en que mundo vives, ¿qué no lo sabes?”, fue:

- Claro, eso es todas las tardes. Con los cafés regalamos una palmera de hojaldre.

- Vale, vale... pues mejor así, repetiremos café algún que otro día si hay regalo... – Contesté.

- Pues sí.

Posteriormente, me fui. La camarera se quedó pensando : “menudo atontao, que no sabe que aquí regalamos palmeritas...”, y yo me fui pensando : “Uff, un poco más y les doy a estas dos tontas tema de cháchara y risa para tres meses...”

En definitiva, que el café estaba horrible, me comí la dichosa palmera de hojaldre por compromiso, me fumé tres cigarros seguiditos, cogí un estado de nervios taquicárdico (es que me pilló desprevenido...), y de ligar ná de ná.

8 comentarios:

  1. Jajajajaja... hay veces que el cine es dañino, esa clase de cosas creo que no ocurren en la realidad, o por lo menos a mí tampoco me pasan, jo

    ResponderEliminar
  2. x'D

    meg ryan ha destrozado vidas, efectivamente...

    las camareras se tendrian q haber hecho un blog y contar sus experiencias diarias con las palmeritas y los clientes solitarios, hubiera sido interesante

    ResponderEliminar
  3. Ohhh, ya me esperaba yo el típico cuento con final feliz. Aunque bueno, la esperanza es lo último que se pierde, oye!
    De todas formas me ha venido bien esta anécdota tan divertida para despertarme de buen humor, jeje. Un beso!

    ResponderEliminar
  4. @niña destronada: Vaya, tienes razón!! Como las camareras se pongan a escribir blogs, van a tener historias cienes, jeje.

    @Anjira: Un placer verle por estos lares oiga ;-) ¿Final feliz? ¿eso qué es? ¿dónde lo venden? jeje.

    ResponderEliminar
  5. @ Sta. Maybellene: Si no te pasan es por que no quieres.

    @ Sr., Balaguer: Ante la duda yo hubiese ido a lo directo... ¿esto es personal o cortesría de la casa? taquicardia que te ahorras... o guantazo que llevas, que todo es posible.

    ResponderEliminar
  6. Anda!!! a mi me paso lo mismo en un bar, sólo que con unas aceitunillas... (es lo malo de que tu abuela te ponga sin falta al mediodia el programa de Anne Igartiburu)

    ResponderEliminar
  7. @ Dr. Mapache: Hombre, formulando una pregunta así de educada el guabtazo hubiera estado fuera de lugar che.

    @ Line: Bienvenida por estos lares ;-)
    ¿Con unas aceitunillas? La palmera tiene forma de corazón, pero... ¿aceitunillas? ¿en qué estarías pensando?. Bueno, tienes excusa por la ingesta masiva de Igartiburu.

    ResponderEliminar