Los hechos que a continuación van a ser relatados ocurrieron años atrás, es una historia real que quienes la conocen me han pedido en repetidas ocasiones que la pase a papel. De modo que. sin más preámbulos, allá va:
Era una de esas tardes de sábado en las que uno no tiene ningún plan, pero en cierto modo apetece a salir a tomar una cervecita (o varias). Como tenía pendiente quedar con una conocida que vivía en el pueblo de al lado, quedamos a última hora de la tarde.
A la hora señalada nos vimos, nos tomamos una cerveza, y en eso que le llamó una amiga por teléfono. La amiga parece ser que necesitaba nosecual favor, y me propuso ir en un momento a casa de la amiga a resolver la cuestión. Accedí y nos pusimos en camino.
Era un edificio viejo, de esos que no tienen ascensor ni moderneces similares. En la vivienda estaba la amiga de mi amiga, su madre y un niño de unos 3 años con más mocos que pelo.
El piso, sin llegar a ser el cuchitril de Joe, no podría decirse que estaba limpio y aseado. Más o menos andaba a la par con la cara del niño pequeño vamos.
La madre me invitó a sentarme, me ofreció algo de beber, lo normal vamos. Estaba nerviosa porque según decía llegaba tarde a una cita. Tendría alrededor de 40 años, separada, y viendo el estado de la casa, del niño, y su aspecto, quedaba claro que el ligue le interesaba bastante más que otras cosas.
De modo que allí estaba yo, observando la fauna y flora del lugar, cuando mi vejiga me envió la alarma. El infalible efecto cerveza. Así que pregunté por la ubicación del baño, y allí que me dirigí.
El cuarto de baño era como el piso; pequeño. Ya era de noche, y se veía más bien poco. Le di al interruptor y no se encendió ninguna luz, hecho que dificultaba la tarea que me disponía a realizar. Pregunté que como se encendía la luz y la madre me dijo que tenía que roscar la bombilla que había en el mueble de baño, pues el interruptor como que no iba.
Rosqué la bombilla y se hizo la luz. Brevemente pensé en lo caliente que iba a estar esa bombilla cuando tuviera que derroscarla, pero mi vejiga estaba a punto de explotar y preferí centrarme en el presente inmediato.
Levanté la tapa del retrete al tiempo que me iba bajando la cremallera y desenfundando la manguera(me gustaría explicar como se puede hacer todo eso a la vez sin bajas, pero es una acción que sólo coy capaz de ejecutar con éxito en situaciones límite. Realmente no se como se hace, pero se hace). Después de emitir el suspiro de "ay, que alivio" mientras se mira al cielo, seguí la rutina habitual masculina: bajar la vista para observar la parábola y cerciorarse de que el torrente de orines está yendo a parar donde debe.
Fue entonces cuando conocí al inquilino inesperado, quien me produjo un gran sobresalto. Lo que experimenté al verlo fue una mezcla de incredulidad, admiración, mezclado con imágenes de anuncios de Bifidus Activo, galletas de fibra y Kellog's Special K. En efecto, allí se encontraba de pie y firme como un pino (nunca mejor dicho), dentro del retrete, un zurullo de un tamaño y dureza tales que jamás había visto yo nada comparable.
Por motivos físicos evidentes, el retrete no había sido capaz de absorver aquella cosa, y su legítimo dueño bien no se había enterado de lo que había parido, o bien había llegado a la conclusión que allí estaba bien. Entonces fue cuando pensé... ¿y de qué cuerpo habrá nacido semejante menhir?. Descartando al niño mocoso, nos quedaba una joven más bien flaca y su madre... ver para creer!!
Pero bueno, allí estábamos, el zurullo y yo. Debía hacer que fuera engullido por el retrete, porque si no a ver quien iba a creer que no había sido yo su progenitor... De modo que agarré la escobilla y le di con energía y tesón. No había manera che. Resistía todos mis envites sin inmutarse. Fue entonces cuando pensé que oye, total, a mi que más da lo que puedan pensar. Dejé allí al monstruo, desenrosqué la bombilla como buenamente pude y salí del cuarto de baño.
En cuanto salí, la madre entró a terminar de pintarse y esas cosas. Me iba a ir, pero esperé a que saliera para ver la cara que ponía, si hacía algún comentario, o alguna cosa. Podía estar divertida la situación.
Pero no, se largó apresuradamente y se cuidó muy mucho de no cruzar su mirada conmigo. No se si por vergüenza propia o ajena.
Supongo que tarde o temprano conseguirían desembarazarse del inquilino inesperado. Yo, por si acaso, no volví a aquella casa nunca más.
They got the power
Hace 5 años
jaaaaaaaajajajaja!
ResponderEliminarpuede que a estas alturas siga alli, haya sufrido horribles mutaciones y haya llegado a digievolucionar.
con un poco de suerte tiene un desarrollo psicomotriz aceptable y pueda deambular por si mismo :)
hazlo por la ciencia: vuelve alli y compruebalo. luego nos lo cuentas :)
xD
¿Que vuelva? Calla calla, que el niño mocoso ya debe ser adolescente y miedo me da imaginar que clase de bicho será.
ResponderEliminarEl verdadero protagonista de la historia igual ha evolucionado, como tú apuntas, y sea uno más de la familia!!
Lástima que en aquella época los teléfonos móviles aún no llevaran cámara de fotos y esas moderneces, hubiera podido ilustrar la historia con una imagen, jeje.
Debes de volver! Tienes la obligación moral y el deber para con la humanidad de conocer el estado actual de tal desfile de lindezas!
ResponderEliminarah, y de contarlo despues... recuerda! :P
Hombre, visto así ya empiezo a planteármelo... y claro, habría que contarlo!!
ResponderEliminartoni, por dios!!! hazle caso a la niña destronada!! en nombre de la ciencia y la curiosidad!!!, es bueno, muy bueno, jajajaja, solo pasaba por aquí y lo que me he llegado a reir!!!!!!!!gracias!!
ResponderEliminarbesos
rosa
Claro, para vosotras es muy fácil... como no estuvistéis frente a frente con la cosa, no llegáis a comprender el efecto traumático que semejante visión puede llegar a provocar en el ser humano!!
ResponderEliminarRosa, gracias a ti por escribir!!